Es una ciénega verde en lo bajo de un monte, la casa vieja abigarrada de espinas y blancas rosas, una ventana pequeña que parecía asomarse a un mundo distinto, y el pozo profundo de a lado al que nunca le pedi deseos, los pinos altos meciendo al viento, perfumándolo de otoño, el frio recorriendo la medula osea y perdiéndome las ideas por la nuca, el camino largo, húmedo, casi interminable, la vereda custodiada por arboles y con aroma a cedron…al medio dia el sol quemante desaletargando serpientes que salen a mi paso y me hacen huir, el pasto pintado de morado por traviesos mirasoles, y el viento trayendo por la tarde una poderosa nevada de flores, en la barranca el agua corre pausada como en cámara lenta, el agua nace en el pozito arriba abriéndose paso entre las rocas, luego en la tierra haciendo madurar al maíz, en las piedras que lo contenían nunca encontré la X del tesoro. Y tampoco me presentaron al duende debajo del puente, las peras y los higos se ponen dulces y las manzanas acidas, los ciruelos embarazados de semillas darán a luz a su fruto el dia de mañana, la pila siempre llena de agua helada esta cubierta de hojas y flores y alguno que otro insecto suicida que no tenia una vida feliz, mi abuela y su trenza cana, sus manos enguantadas del trabajo de toda una vida, aun no se cansan y siempre tuvieron amor maternal para mi, mi abuelo habla con sus azucenas, y les cuenta las espinas a todas sus rosas, siempre pensé que eran para el como una niña, adornándolas, alejándolas de las hierbas malas para que siguieran por el buen camino.
70 años de borrascoso amor que terminaron en septiembre hace 4 años, mi abuelo siempre imperativo fue el primero que se fue un dia domingo, mi abuelita que nunca lo dejo solo lo siguió 4 dias después… y me parece que ahora todo se ve tan gris, tan simple, tan sin risas, tan sin magia, que no se si es su ausencia o mi poca capacidad de asombro, que no se si soy yo la que se hizo gris o es que se fueron los que le daban color a mi hogar.
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